viernes, 8 de mayo de 2009

1989

“¿Qué es eso?” dijo una niña.

“Shhh…calla. La tele” dijo otro niño rubio.

“Parece una caja oxidada” contestó a la niña un niño pecoso.

“Pues ábrela”. El niño pecoso la intentó abrir mientras el rubio seguía pidiendo silencio. Éste estaba alterado porque estaban rompiendo la rutina de tele de cada tarde (de lunes a domingo, de cinco a nueve) que los tres compartían. No entendía cómo la niña y el pecoso lo interrumpían por una estúpida caja rota que encontraron a la hora del recreo.

“¡Ya!” gritó alegre el pecoso que había conseguido abrir la caja. “¿Qué es todo eso?” preguntó la niña. Dentro de la caja había unos objetos cubiertos de polvo: una pelota de cuero, que antes fue blanca, cosida con hilos rojos; un pequeño muñeco de plástico con la cabeza vacía y sonriente; una mano verde y gelatinosa; una bolsa son unas esferas de cristal ; unos cubitos de varios tamaños y colores que parecían encajar unos con otros algunos papeles de caramelos rosa y alargados; un cómic de un niño mono y un papel con una letra horrorosa que ponía: “Bienvenidos al 26 de octubre de 1.989”. El pecoso y la niña se entusiasmaron con los objetos. “¡Mira!” le decían al rubio “¡to’ esto es mu’ guay!”. El rubio lanzó un bufido y siguió viendo la tele, aunque miraba a los otros de reojo. “¡Vamos fuera a jugar con al pelota!” gritó la niña. Los dos se fueron al jardín, pero antes dejaron el comic al lado del rubio, quién lo cogió enseguida y, dejando sola a la ruidosa televisión, se fue detrás de los otros dos. En aquella calle de niños recluidos en sus casas con sus teles, ahora parecía volver a ser 1.989: los niños jugaron a tirarse la pelota: arriba, abajo, se perdía, se encontraba, se colgaba en un árbol…,el muñeco sin pelo pronto encontró un compañero gigante en el niño pecoso mientras la niña derribaba montañas de esferas cristalinas tirando otra, y el pequeño rubio se entretenían en las aventuras del niño mono. La risa, el sudor, la imaginación, la infancia volvieron a cobrar sentido esa tarde en el 132 de Lexington Avenue. 2009.


Cristina Sampedro Alonso

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Cristina,me has recordado mi infancia y los juguetes pringosos a los que solía aferrarme como si de un tesoro se tratase. Que buenas esas tardes de bocadillos,cola cao, rodillas raspadas y manchas de barro, gracias.

maria dijo...

Que soy yo, María

Anónimo dijo...

Me gusta como nos has hecho recordar nuestra infancia y lo felices que eramos con cosas tan simples pero con un gran valor. Quiero ser pequeña otra vez!jajaja
Gloria R. G.