sábado, 22 de mayo de 2010

Cruel navidad

El pavo en medio de una mesa improvisada demasiado grande para el salón de la casa. No es que a ninguno de ellos les gustara especialmente, todos preferían el jamón.
Josefa, la hembra, le pela las gambas a su hijo gordo con el pitillo entre los labios;y Amparo, la cuñada, la critica por lo bajito por ser tan ordinaria. Esto no habría pasado si hubiéramos ido a casa de mi padres. La abuela sonríe, feliz por no cenar sola por una noche. Procura no aprobar todo lo que sus hijos digan, vaya a ser que dejen de notar que está ahí y tenga que quedarse sola otra vez. Si su marido siguiera vivo no tendría que agarrarse a un clavo ardiendo. Su nieta ,a su lado, cuenta mentalmente moviendo ligeramente los dedos por debajo de la mesa. Su hermano botón derecho XXXOOX. ¡Mierda! Está muerto.
El chico tiene resaca. Ya dijo que la cena de empresa tenía que ser el 22, como todos los años. Tenía que haberle pedido el nombre a la chavala, para preguntar por ella la próxima vez. Al grande no le salen las cuentas. Otro de Jack Daniels y serán seis. A su lado Paquita piensa que tenía que haberse sacado el carné de conducir. Este error puede ser mortal, tanto para ti como para tu matrimonio.
Los Simpsons con la decimoquinta reposición de los capítulos de Navidad. El niño de la Paquita llora. ¡Y que no tiene gachas! Si es que nada más que existe un hijo para ella. ¿Y esta casa cuánto valdrá? Ahora se puede abortar sin permiso de los padres, ¿no? XXXXarribaarribaO ¡Me cago en tus muertos! To’l día con el cigarrito, hija, no me extraña que tengas la cara como la tienes. Si voy apartando veinte euros cada semana, al final de mes puedo… ¡PUM!
Golpe seco sobre el asfalto al otro lado del tabique. La del quinto se ha tirado por la ventana.
Paquita le tapa los ojos al niño gordo de la Josefa, que se enciende otro pitillo mientras se asoma. Grande, llama a la ambulancia. Amparo está algo aliviada, al fin tiene una excusa para irse a su casa. Josefa intenta sorprenderse por tan horrible hecho, pero la falta de originalidad de la suicida no le permite sentirse demasiado abrumada. ¡Abuela, que se mueve, que está viva! Hay que joderse. Josefa se mete para dentro de nuevo y se sienta junto al bebé llorón de la Paquita. Ni eso.

Mª Dolores García Torres

martes, 18 de mayo de 2010

The ugly story of beautiful beth


Once upon a time there was a beautiful model, with beautiful green eyes and a beautiful beautiful checking account, that lived in an far off land called Manhattan. Her castle was in the upper east side of the city. She used to go to many balls and enjoy dancing, drinking, smiling and shining with the beautiful dresses that a foreign seamstress called Prada made for her. She had been told about some other models that were blessed with gifts as a narcoleptic girl known as the Sleeping Beauty was.

When Beth, that is the name of our model,was a child, she was not so beauty as today. Nobody invited her to balls and she never thought about herself as something shinning at all. So, teenage times finished and a young manager called Adam Prince told her that there was a method to become a star. It was easy, the only thing she had to do was to put two of her fingers inside her mouth and pull. This practice plus the seven magic words “just a glass of water, thank you” made of her what she is now. Every day she looked at her reflection in the mirror thanking god that it was not a speaking one, to see how magic had turned her into one of the best paid models in North America.

She never understood how people could find desirable features in the bag of bones she had become, but they did. Dark times arrived and the prince run away in his horse leaving her alone, without money and suffering from a serious digestive disorder. One day that she was walking down street, she suddenly stopped to look at the mirror of a cake shop. The hole that lived in her stomach roared as a dragon. It was the dragon of hunger, the one she had fought every day during five years without the help of any fairy god-mother...what did our heroine? You will ask.
Well, she finally “lost” the battle and entered the shop. She bought a whole tray of cream cakes and ate it by herself. She felt satisfied for the first time in her life and made up her mind while finishing the scrums of the last filled cake.
Next day she packed her expensive clothes and return to her parent's humble castle in the middle of nowhere. Albert, the king of the sweet corn in the state of Iowa welcomed her daughter happily.

I cannot tell you that the process of adaptation of our beautiful and refined model was easy, but she finally fitted there when she learned how to ask a beer and “complete” sandwich without feeling guilty. She married Philip, her father's partner in the corn factory. His surname was not Prince but he loved her more than anything in the world.

Beth does not return to a ball again, although she missed them. I am not going to tell you that she was happy ever after, but she never felt as an ugly duckling again.

María Suárez Alonso

La Bella Durmiente


No hace mucho tiempo en un país muy cercano- aunque todo el que lee esta historia lo hace como si llegara de otro planeta-ocurrió algo. Fue algo extraordinario, pero no más que los milagros de la ciencia o los avances de la agricultura que nunca llegaron a África. No más que la cultura nunca adquirida. Digamos, simplemente, que pasó algo.

La protagonista de esta historia es una joven princesa sin corona del reino NiNi, su príncipe no va a caballo. No sólo en uno, al menos: 150 caballos de riendas metálicas y color extraño. Un mundo estrambótico, sin duda, este reino NiNi. Donde todas son princesas, según dicen, porque zorras ya sobraban.

Como todas las buenas historias, ésta va de amor. Si alguna vez alguien entendió lo que es apalabra significa. Para esta pareja el amor era un deseo caliente y eternas consecuencias. Por lo que no se diferencia tanto de lo que nos han vendido como amor otras veces. El caso es que entre ellos había “amor”, pero también grandes obstáculos.

El principal inconveniente en su relación era que, como era “amor verdadero”, tenía que ser eterno. Cuando eres joven estas palabras no dan apenas miedo. Pero otros inconvenientes agobiaban tanto a la pareja que empezaban a sentirse viejos, y en consecuencia asustados.

El resto de los inconvenientes eran tan banales y propios de la plebe, que no les habrían agobiado de no haberse agrupado en centenares: dinero, casa, trabajo, familia, amigos, etc, etc, etc y un millón de etcéteras.

Y como en todas las buenas historias, la mala malísima llega en el momento justo y hace una entrada estelar y ruidosa. La de este cuento se llama Asistente Social. Esta ambiciosa vieja declara tener derechos sobre la corona, y reclama jactanciosa cosas que nunca fueron suyas antes de que la propia princesa las tenga.

Cuando la princesa se niega, intenta comprarla con dulces y promesas vacías. Pero la sangre real es instintivamente desconfiada, y le cierra las puertas del palacio antes de morder el anzuelo.

Lo que la princesa ignora es que hay otra mala mucho peor que la Asistente Social, y es ella misma: la princesa de corona de pelo sucio. En un ataque de deseperación, agarra las píldoras de dormir de la Reina y se infunde un sueño eterno; sumiendo el palacio entero en la oscuridad.


Por desgracias para la princesa, la vida no es sueño. Llega el día y se pone de parto, y el dolor de estar viva la despierta.

Como ves, en este cuento no hay beso, porque al príncipe le ha dado lugar a escapar. La princesa, en cambio, no se mueve de la habitación. Nunca se moverá de su escenario, porque el mundo exterior acaba de desvanecerse a su alrededor.

Mª Dolores García Torres

lunes, 10 de mayo de 2010

Caen dos torres gemelas

Rafael apareció por mi casa a principios de septiembre. Había ido a decirle a su mujer que lo trasladaban a Huelva y de camino se encontró con los papeles de la separación y el divorcio. Sólo le quedó firmar y largarse. Entonces miró al pasado y allí estaba yo, doce años atrás.

A mi me vino bien porque llevaba diecisiete meses separado también. Cambiamos la puerta de la guardería por la cerveza temprana, las tardes del Nervión por dardos en el pub, la serenidad suave de la familia por la risa acelerada de la amistad.

“Mira, mira, dicen que es una avioneta.” Sólo tuve que volverme porque la cocina era americana y estaba en una esquina del comedor-dormitorio. Recuerdo que estaba haciendo pavo al roquefort. El pavo por la salud, el roquefort por el sabor.

Primero cayó la torre sur, luego la norte. “Como nosotros,” pensé. El pasado quedó pasado, ya nunca más volvió. “Sólo nos queda el futuro.” Y el futuro fue bueno, no hizo honor a su mala reputación.

Ricardo Navarrete Franco

jueves, 6 de mayo de 2010

Historia encadenada (5)

-Dale el espejo, escuché que alguien decía.

Me miré y se me heló la sangre, porque comprendí al momento que me habían robado la cara. La tenía cubierta con una densa capa de crema blanquecina, un protector solar o un hidratante, pero las facciones habían desaparecido. Era, era como si yo no estuviera allí.

Los cuatro me observaban junto a la cama: el hombre corpulento, la niña calva, la doctora joven; y el viejo en su silla de ruedas, pegado a mi cabecera, dirigiéndome una amplia sonrisa que me sonaba familiar. “No, me corregí a mí mismo, es que se habia puesto dentadura postiza.”

-El periódico, ordenó, sin dejar de enseñar los dientes. La mujer me acercó una fotocopia con unas lineas subrayadas en amarillo que rezaban:

La cirujano Carmen Cabañas ha asegurado hoy que hay un candidato "muy firme" para someterse al tercer trasplante de cara de España, tras los de Valencia y Sevilla, y que la operación podría realizarse en breve.

-No tenga miedo, continuó el viejo. Veo que le quedan bien mis pantalones.

Efectivamente, me habían puesto sus pantalones de cuadros, que despedían un ligero olor a amoniaco.

-Ha sido usted elegido como donante. Hemos comprobado sus antecedentes, hemos hecho un injerto de prueba en mi nieta –por cierto es su sobrina segunda—y aunque ha perdido parte del pelo, hemos tenido éxito. Usted y yo somos compatibles. Ahora es mi avatar. Enhorabuena.

Era cierto. Aunque el viejo tenía la frente abultada y morada, las cejas desparejadas, la nariz torcida y el mentón surcado por dos cicatrices, las facciones eran todas mías.

Ensayé un grito, pero el aire no encontró resistencia más allá de la laringe. No me encontré la lengua. Ni los dientes. Ni los labios.

El enfermero se acercó con la jeringa goteante.

Antes de caer en el pozo de la morfina me espantó lo extrañamente bien que me quedaban los pantalones del viejo. Y pensé en la silla de ruedas.

Ricardo Navarrete Franco

miércoles, 14 de abril de 2010

Dies veneris


El anagrama del número XVII es VIXI, que es igual a “Vivido” en español. Este participio se utiliza para una acción terminada, por lo que dicho anagrama significa “muerto” por eso el día Viernes 17 es denominado día “Nefasto”. En antigua Roma se dedicaban los viernes a ejecutar a los reos, prisioneros de guerra o esclavos infieles.


Miguel estaba tumbado sobre su cama. No podía dormir. Hacía tanto tiempo que no descansaba ya estaba harto de contar... sabía que si sumaba los números en su camiseta el resultado sería 30 y que si le sumaba los meses que llevaba sin ver a su madre la cifra sería 44 y que la cifra aumentaría si le sumaba los meses que estaría sin verla.

Para él el mundo se había visto reducido a incalculables sumas. Iván le había dicho esa mañana que siempre hay luz al final del túnel, pero él estaba cansado de mirar y no ver nada. Tan solo la oscuridad de ese estúpido camino que no llevaba a ninguna parte.

En sus sueños el silencio era sustituido por gritos, pasos y oraciones...despertaba bañado en sudor y besaba la cruz de madera que llevaba al cuello. Ese estúpido sitio se había convertido en un lugar de purgación y plegaria en el que el acento americano y el español se mezclaban para crear un simple canto de “sácame de aquí, Dios mío” y “perdóname señor”.

Los meses pasaron y le anunciaron su partida. Una semana y podrás ver la luz de nuevo.

Lunes: fue su cumpleaños y todos le dieron alguna cosilla. Jabón, algo de tabaco y una revista de esas en las que salen mujeres denudas.

Martes: recibió carta de Teresa su mujer, contándole que pronto sería la comunión de Raúl.

Miércoles: Le quitaron la cruz del cuello. “Si Dios esta contigo te oirá de todos modos” le dijo aquel hombre de negro.

Jueves: Su madre fue a visitarlo. Los besó y abrazó hasta el cansancio. “¿Porqué, Miguel?” no dejaba de preguntar mientras se despedían.


La mañana del 17 siguiente salió de su pequeño cubículo acompañado de dos hombres de negro. Le pesaban mucho las piernas y no podía caminar bien. Algunos de sus compañeros salieron a despedirse y otros simplemente miraron como se perdía en la oscuridad del pasillo.

Entonces la luz lo inundó todo. Un hombre vestido de blanco lo invitó a sentarse y a desnudarse un brazo. Mientras los dos hombres de negro le ataban correas a sus brazos y piernas. Frente a él una chica lloraba agarrada a una foto de un chico rubio.

La aguja entró rápidamente y el líquido transparente recorrió sus venas aliviando su dolor. Estaba mareado. Oyó un disparo y los gritos de la gente. Recordaba a ese gringo llorando ante él. Podía verse a sí mismo sosteniendo el arma y salir a correr del supermercado dejando al chico bañado en sangre, sin vida. Intentó hablar, pero nada salió de sus labios más que un suspiro. “A ti encomiendo mi alma, padre” dijo mentalmente, y murió.


Dios castigue al que mata, al que come carne un viernes y el que se toma la justicia por su mano... pero mayor castigo merece el que deja morir de hambre a un hombre empujándolo a matar por 30 asquerosos dólares.

María Suárez Alonso

domingo, 11 de abril de 2010

La vieja Manuela


Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas. Ni una mente tan grande encerrada en un tarro tan pequeño. Tan trasparente y frágil que la más pequeña conmoción puede romperla en mil pedazos. O eso parece.

Lo cierto es que Manuela ya había superado los setenta y siete años en esa cáscara de cristal que era su cuerpo cuando la conocí. Sus ojos flotaban a través de la neblina de sus cataratas a una dimensión infinita y certera. Hablaba, y cada palabra había sido medida y sopesada para adaptarse al máximo al diálogo al que pertenecía, como si no respetar la medida produjera un cambio de presión en la atmósfera que fuera hacerla estallar. Así hablaba.

Por eso nunca malgastaba una sola sílaba y la gente le gustaba describirla como una mujer silenciosa.

Nada más verla me arrepentí de haberme apuntado a ese estúpido programa solidario. “No te gusto”, fueron sus primeras palabras tras un largo silencio. “Tal vez hablar te ayude”. Entonces comencé a hablar. Empecé enumerando las razones por las que no me gustaba, y después le hablé de mi vida y mis problemas. “Crees que no vas a morir nunca, pero vives como si hoy fuera tu último día en la Tierra. Encuentra un equilibrio o te estrellarás contra la realidad”. Yo tenía dieciséis años, y aquello me sentó fatal. Me levanté y salí de allí de un portazo, tragándome el miedo interior de que la vieja se deshiciera en agua tras el estruendo.


Ahora tengo treinta y seis años, y hace tiempo que me estrellé. Como todas las grandes heridas, duele más en frío. Duele pensarlo más que tocarlo. Obsesionado con el discurso de hace veinte años, he decidido buscarla.

La encuentro ahora encerrada en un psiquiátrico. Su habitación convertida en una sala de urgencias, por si el fino hilo del que penden sus manos se rompe. Sus manos, que ahora son copos de nieve. Me mira sin verme. Sus ojos son del color de una llovizna a media tarde en invierno. “Bienvenido al mundo. Si duele significa que estás vivo”, me dice como si hubiera estado al tanto de mi vida. Mira a todos lados con sus retinas ciegas, escudriñando y oyendo los silencios significativos. Sus voces interiores. “La reencarnación existe, sólo que no es transexistencial”. Nunca he conocido a nadie tan cuerdo. La enfermera quiere que coma, pero ella sólo existe. Todo lo demás es superfluo. Le cuento mi historia de nuevo y la enfermera me dice que no insista.

Ya me voy. Ella me dice mientras me levanto. “Piensa que ahora eres un recién nacido. Ves las cosas con ojos nuevos, y no todos tienen la oportunidad de tener dos vidas”. La enfermera chista disgustada y le mete una cucharada en la boca.
Cierro la puerta con ciudado para evitar que se deshaga en gotas de agua. “Habla con ella”, me susurra tras la puerta sin que pueda oírla, pero yo la escucho.Esa misma tarde sonó el teléfono por decimo tercera vez, y yo contesté. No es una locura perdonar. Como no lo es estar vivo.

Ella vive mientras los demás dormitamos. Vela de los sueños que no tenemos por si algún día queremos vivirlos. Por si nos atrevemos a salir a jugar. En los huesos de sus manos nacen las runas que marcan la fortuna, y que todos ignoramos o disfrazamos de casualidad. Nadie nace sin más. Y aunque ella morirá mañana, su verdad es eterna.

Mª Dolores García Torres

Foto: Dimitar Variysky