jueves, 28 de enero de 2010

Tuesday


Tarareando una vieja canción, Pierre andaba impaciente de un lado a otro en espera de algún compañero. Había oído algo por ahí, rumores en el pueblo. La fresca hierba de una cercana primavera crujía bajo sus botas nuevas, llenas ya de barro. Se miró las manos, la manga de la camisa le quedaba algo grande. Su padre y sus hermanos le habían contado historias, historias fantásticas, llenas de aventuras y peligro, y honor al final. De ellos no se podía esperar menos. Peligro, ahora estaba solo. Al principio era excitante, pero por las noches tenía que confesarse a sí mismo que tenía algo de miedo. Tuesday’s child is full of grace. La dulce voz de su madre sonaba en su oído y sus labios la seguían en voz baja, entonces el miedo se iba y se aferraba a su mosquete, impaciente por poder usarlo. Respiraba hondamente y se prometía que sería el mejor entre sus compañeros, que volvería a casa lleno de honores, y con el orgullo del deber cumplido. Todo era entonces como un juego. Qué mezquino.

El sol de primavera brillaba con toda su fuerza, las flores silvestres florecían por todos los caminos, e incluso se podía ver a algún niño escondido por los campos. El buen tiempo traía aires de las mimosas del sur. Pero Pierre apenas se daba cuenta de la primavera a su alrededor. Entre sus compañeros, los gritos y las órdenes les acompañaban hasta la muralla exterior que rodeaba al pueblo. “¡Tú! ¡Ponte con estos cinco y terminad rápido!” Esta era su prueba, lo había imaginado millones de veces desde que quiso ser soldado. Pero ahora el sudor recorría su frente y las piernas le temblaban. El mosquete apretaba contra su hombro. Cerró uno de sus ojos. “¡Devolvednos a los reyes!” “¡Fuego!” Entre los gritos de aquellos condenados y los de su superior, Pierre solo pudo o quiso oír de nuevo la voz de su madre, que extrañamente ahora le sonaba un tanto irónica: Tuesday’s child are full of grace

Cristina Sampedro Alonso

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Marte, dios de la guerra illa! Hay películas en las que lo peor de la batalla llega al final, cuando se descubre que los soldados son niños. Siempre son niños. Doctor Zhivago. El Hundimiento. Y aquí.
Rcd

Reyes dijo...

Zhivago no se separaba de su balalaica, el único recuerdo que le queda de su madre, que bonito.
Me ha gustado mucho, pero creo que no entiendo algunas cosas, pero a lo mejor es culpa de la gripe.

Anónimo dijo...

ask if you want! haha

Unknown dijo...

Lo dejaré dicho aquí, porque no encuentro otro lugar donde hacerlo en vuestro cuaderno: Enhorabuena, vuestra idea me parece muy estimulante. Os seguiré.

Puli dijo...

Cristina ya sabes que soy tu fan!! Como te dije en la tertulia, el detalle del crujir de la hierba simplemente me encantó: los pequeños detalles son los que realmente dan color a una historia.

Maria dijo...

Me gusta muxisimo!!

Gloria dijo...

Me encanta como reflejas una verdad tan grande cuando escribes, deberías escribir más a menudo este tipo de cosas (no sobre la guerra, claro).