sábado, 18 de julio de 2009

Entrevista con el Penumbra

Me citó en el parque junto al estanque de los patos y lo reconocí al momento. Llevaba el pelo teñido y la cara sureña del frutero de supersol. Intenté no mirarle la mancha roja de la frente la ni la capa, la capa de seda verde manzana recogida en el respaldo del banco. Con los nervios me equivoqué de nombre. “¿Carlos Jesús?” medio le pregunté, quedándome a un metro de él. “No,” me contestó sin ofenderse nada. “Ese es de Dos Hermanas. Jesús, de Río Tinto. Encantado. Veo que ha recibido mi video.”

A los cinco minutos estaba hablando y gesticulando ya sin parar. Yo asentía con la cabeza y miraba a todo el que pasaba. Decía que tenía que verme porque sabía lo del Picalagartos. Que mucho cuidado con esa que siempre llegaba tarde, porque era lémur. Que el meteorito que impactó contra el golfo de México no acabó con los dinosaurios. Que Iker Jiménez nos engañaba por dinero comercial, que le había robado incluso. Que en verdad no descendemos de monos lemures, que esos son los otros, que vinieron luego en blancas naves paloma (13 millones). Que “mosotros” veníamos de los originarios habitantes de la tierra. Que durante milenios de años. Que los que juegan al backgammon eran guardianes. Que del techo cuelga el lagarto, como señal.

Como no le estaba prestando suficiente atención, las palabras y los gestos no parecían sincronizados. De reojo veía que dibujaba en el aire una especie de hongo nuclear y abanicaba los dedos al subir las manos: el meteorito. La mirada congelada y expectante: que durante milenios. El codo elevado sobre la cabeza, el índice y el pulgar hacia abajo: el lagarto de madera suspendido al lado de la escalera del Picalagartos. Un empujón al pecho, flojito: guerra. Otro empujón, más fuerte (doliendo un poco): lemures contra lagartos.

En el banco de enfrente un señor mayor con gafas de pera, el mentón ligeramente alzado, miraba a una pata con el cuello pelado que huía despavorida. Sentado junto a él, un jovencito entusiasmado con su PSP se sacudía la mano lasciva que le colgaba del hombro al tiempo que gritaba: “tengo poderes, tengo poderes.” Dos parejas pedaleaban hacia el sur en un ciclotour de cuatro. Las chicas atrás, una, un poco inclinada en su asiento, se asomaba descaradamente adelante; la otra, con bozo familiar, advertía al conductor: “David, que está prohibido circular por las zonas no asfaltadas.” ¡Hostis, a esa sí que la conocía! ¡Era la monja del 15! Déjà vu. El cielo parpadeó y volvió a pasar el ciclotour. Como en Matrix.

Cuando volviera iba a enterarse Rafael. “Niño, niño,” me había dicho entrando con su prisa cotidiana. “Han dejado este papel para ti. Se han equivocado de despacho.” Era una tarjeta de esas gratis de los bares que ponía: A Navarrete, profesor de 4º C. Pinche aquí: <http://www.youtube.com/watch?v=HooViMyrpl4>.

Ricardo Navarrete Franco

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajaja. Me encanta la historia, un poco rara pero la verdad es que me ha gustado. No me esperaba que fueras ha utilizar al Penumbra, personaje mítico entre muchos jajajajaja. Pero lo mejor de todo, el video, jajajaja.
Gloria.

A dijo...

Genial !!!.
Pero una preguntita, ¿como sabes que todos los tios que usamos un ciclotour nos salimos del asfalto?

Luis

Anónimo dijo...

¿quien es Luis?

Anónimo dijo...

Dios mio, que ese es de mi pueblo....sin comentarios. Aparte, la historia tambien me ha gustado mucho porque es bastante original y divertida, un poco sin sentido pero ahi esta lo cómico. I like it.
Cris

Puli dijo...

La verdad es que por mucho que me comiera el coco, jamás hubiera encontrado un ser más extraño que el Penumbra, ni en Marte!! Felicidades, Ricardo, tienes un estilo muy personal y consigues adaptar cualquier tema a este estilo. Me encanta.

Anónimo dijo...

pero...quien es luis?
cris

Esaquesiemprellegabatarde dijo...

El segundo nombre de José Luis! No tenía el placer de conocer al señor Penumbra, aunque parec que él sí nos conoce.

maria dijo...

Me encanta Ricardo, por cierto el penumbra es de mi pueblo... ¿será el agua? de verdad que hacía mucho que no me reía tanto eh!