Gloria Romero García.
lunes, 23 de marzo de 2009
Sin título
Santuarios, tumbas y oscuridad. No recordaba como había llegado hasta aquí, pero esto es todo lo que podía ver. Permanecí erguida, en medio de un estrecho pasillo, sin saber que hacer. Sentía como se posaban en mi las miradas de aquellos que me rodeaban y, a pesar de todo, lo único que sentía era paz y tranquilidad. ¿por qué no me invadía el miedo que siempre había sentido por estos sagrados lugares? Decidí caminar en busca del guarda. De nuevo sin recuerdos, ahora me encontraba en el interior de algún edifico impregnado de soledad y humedad. Oí el sonido de la madera, como el abrir de una caja, y me adentre en la oscuridad en busca de su origen. Choque con algo parecido a un sepulcro. La vista se me nublo y sentí que alguien estaba a mi lado. Poco a poco me incorpore y comprobé que el sonido que había escuchado anteriormente parecía de un ataúd. Extrañamente, la persona en su interior me era familiar, ¿tal vez algún antepasado? ¡No! ¿Yo? Quería salir de allí, correr y correr sin parar pero alguien me lo impedía. Confusión, desvanecimiento, una pequeña luz y, al fin, paz.
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