Cuenta una leyenda que una mujer, llamada Afaia, recogió a un bebé que se encontró en el camino de vuelta a su granja.
Ocurrió un día de verano muy distinto a cualquier otro, pues la luna era tan grande y redonda que parecía apresurarse hacia ella, como queriendo decirle algo. Esto sorprendió a Afaia pero, aún así, cogió al bebé en sus brazos y se marchó.
Pasaron los años y el pequeño bebé se convirtió en el joven Nalu, un muchacho muy deseado entre las jóvenes del lugar. Nalu siempre le pedía a su tía Afaia que le contara la historia de su nacimiento (así es como el llamaba al primer encuentro entre ambos) y el por qué de su mancha de nacimiento en forma de liebre. A esto último Afaia nunca supo que decir, pues no quería contarle de donde provenía.
Al joven Nalu le sorprendía mucho como algo tan lejano y a la vez tan cercano como la luna podía cambiar su forma hasta ser tan redonda como una naranja. Le fascinaba observarla y comparar los dibujos de esta con su mancha de nacimiento. También imaginaba viajar hasta ella y quedarse profundamente dormido.
Pasado unos días, Afaia comenzó a temer, pues se acercaba el señalado día, el día en que el joven Nalu se haría mayor y se marcharía. Ella lo había aceptado hacía ya mucho tiempo, sin embargo eso no le impedía que las lágrimas se deslizaran continuamente por su rostro. Llorar de tanta tristeza que sentía al saber lo que pronto iba a suceder. Nalu la consolaba y preguntaba el por qué de ese llanto, pero Afaia no respondía, solo lloraba y observaba el cambio que poco a poco se iba produciendo en Nalu.
La noche del lunes, Nalu fue testigo de algo milagroso, una segunda luna llena en un mismo mes. ¿Cómo podía ser? Se preguntaba Nalu, pues el había aprendido muy bien los cambios lunares. Fascinado por el acontecimiento, subió al tejado para poder verlo mejor y allí, sentado con una manta de lana alrededor de su cuerpo, sintió como la luna le miraba y se acercaba hacia él… entonces Nalu comenzó a sentir una atracción hacia ella, oyó como le hablaba en un lenguaje dulce pero ininteligible y, cuando acabó de hablar, sonrió.
Nalu no se sorprendió por haberla entendido, pues de pronto sintió que algo muy fuerte le unía a ella, un lazo imposible de romper y así, hipnotizado por la magia de la luna, se precipitó hacia el borde del tejado y desapareció.
Todavía hoy Afaia recuerda con cariño como, durante tantos años, tuvo el privilegio de cuidar al niño más prodigioso del planeta, al hijo de la luna.
Gloria Romero García
4 comentarios:
Muy bonito, parece una leyenda de verdad.
Cris
Es preciosa, parece un cuento de cuna.Un tema viejo con una nueva perspectiva. Muy chula!
yo pensé que era una leyenda de verdad. No es?
Rcd
Gracias a todos. No es una leyenda de verdad Ricardo, es solo que me inspiré en parte de la canción de Mecano "Hijo de la Luna" y en que dicen que las manchas de la luna tiene forma de conejo; el resto se me ocurrió, aunque la verdad no se como porque no suelo tener mucha imaginación, pero bueno, creo que esta es una historia de esas para contar a los primos o hermanos pequeños, o incluso a futuros hijo, aunque muy futuros jajaja.
Si Reyes, se le llama luna azul, supongo que para distinguirla de la luna llena particular de cada mes.
Gloria
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